viernes, 7 de febrero de 2014

La cena. Un momento importante para nuestra atención.

En un estudio realizado en UCLA’s Center on Everyday Lives of  Families, se observó como los niños son socializados y aprenden un lenguaje en distintas partes del mundo y se utilizó como contraste la experiencia en Samoa (isla en el Pacífico Sur, población: 195.000 habitantes) y en la clase media americana como ejemplo de la civilización occidental.

En Samoa se alienta a los niños desde muy pequeños a dirigir su atención hacia los otros. Es común que los  cuiden sus padres como así también parientes, amigos y se acostumbran a prestar atención a los demás y sus necesidades.  Al ser cargados por sus madres los bebés van mirando hacia fuera.  Aún antes de caminar los niños observan y tienen en cuenta lo que los demás hacen y lo que sienten.

Por contraste en el mundo occidental en una sociedad más individualista, los niños desde muy pequeños se focalizan en sus propias necesidades y deseos. Los padres llevan a los bebés en cochecitos, en asientos especiales en el auto, en sillas altas para comer, duermen en sus cunas en sus propios dormitorios, algo que sería impensable en otras culturas.
Antes de ingresar al jardín de infantes el círculo de personas que cuidan al bebé está limitado, en general, por sus padres y tal vez una babysitter que puede ser una abuela o una empleada. A estos bebés se los estimula para que presten mucha atención a objetos, sus formas, colores, sonidos.

Estas diferencias culturales en la forma que son criados los niños y como se entrena su atención, se ve reflejada en la vida social.
En una parte del  estudio realizado en UCLA’s Center on Everyday Lives of  Families se focalizó la observación en un momento muy importante del día: la llegada de los padres a la casa a la noche y la cena.

Lo que se observó fue que la mayoría de los niños, ante la llegada de sus padres, continuaban focalizando su atención en sus pequeños mundos, frecuentemente electrónicos.
Los padres se prestaban tan poca atención uno al otro como los chicos le prestaban a ellos.  Tal vez, un niño por un momento sintonizaba con la llegada de la madre. El 80% de las veces los padres eran ignorados o tratados como “un segundo foco de atención” tal vez recibiendo un saludo con la mano o un “choque los cinco”.
Lo que fue evidente es que es muy raro que un niño se levante y pregunte a su mamá o papá “Cómo estás?”
Si existe un momento que deberíamos considerar como sagrado en la vida de la familia tal vez sea la cena, un momento en el ajetreo diario donde los miembros de esta mini-sociedad se encuentran y comparten sus experiencias, sus preocupaciones, sus alegrías, sus vivencias, sus sentimientos…………..su vida.
En el estudio se observó que las familias observadas cenaban juntas 17% del tiempo, aún cuando todos estaban en casa.
Tal vez en esta época postmoderna, la cena es una comida que ocurre en diferentes momentos, en diferentes lugares de la casa y con diferentes participantes.
En una cena típica, dos miembros de la familia pueden cenar pollo en la cocina, alguien entra casualmente y se une a ellos, luego uno de ellos se va de la mesa, mientras otro miembro del grupo come pizza en su cuarto mientras trabaja en la computadora.

Aún cuando las familias hacen un esfuerzo y cenan juntos, muchas veces la cena se convierte en un momento en el que se focaliza la atención en las cosas negativas ocurridas durante el día.
Muchas veces el padre toma el rol en ese momento de “evaluar” los eventos del día. La madre le dice a los hijos que le cuenten a su padre lo que pasó en la escuela y muchas veces la cena termina en una serie de reprimendas y amenazas que lejos de crear un momento de compartir se convierte en un interrogatorio odiado y odioso para todos.

En esta sociedad donde los logros y los resultados son tan importantes, muchos padres en su afán de encaminar la vida de sus hijos por el sendero del éxito, fijan su atención en los logros académicos, los cuales, si bien son importantes, no son los únicos logros que deberían ocupar nuestra atención.
Hoy en día se presta mucha atención a la inteligencia emocional de las personas, tanto o más que a sus calificaciones académicas.
La resolución de conflictos, resistencia a la frustración, capacidad de decidir, manejo de las emociones, planificación, automotivación, creatividad, perseverancia, autoestima, manejo de relaciones interpersonales son algunas de las funciones ejecutivas de nuestro cerebro que constituyen nuestra inteligencia emocional y que necesitamos aprender desde pequeños.

La educación académica es muy importante y no debe ser descuidada pero no olvidemos que la educación emocional es esencial para ayudar a desarrollar seres felices.
Sin duda la familia es el lugar de origen donde todos aprendemos a ser emocionalmente inteligentes y para ello es importante crear el momento, el lugar, el contexto donde podamos hablar de nuestras experiencias diarias, de nuestros logros, de nuestros fracasos, de nuestros miedos, de nuestras emociones, de nuestras frustraciones con nuestros seres más cercanos, con quienes podemos sentirnos seguros y contenidos para abrir, bucear y mostrar nuestro mundo interior pues todo esto hace a nuestra vida como seres humanos íntegros.

Tal vez la cena sea un buen momento para elegir en qué focalizar nuestra atención y cómo educar a estos maravillosos cerebros que tenemos en nuestras manos empezando por un cariñoso “Cómo estás hoy?”






No hay comentarios:

Publicar un comentario